Arcos y arcas
Pareja divina que, según algunos
mitos teogónicos, descendieron del cielo para habitar, algunas lagunas de la
región andina. Son hermanos y asumen diferentes formas y funciones dentro de la
mitología local.
Los arcos son dioses de la creación y
la destrucción, juegan un papel dual, en el que provocan y curan enfermedades.
El Arca es un ente acuático, habita
en el fondo de la laguna y representa la fertilidad.
Suele transformarse en una gran
serpiente y robar a niños o atacar a las mujeres embarazadas sino se le han
realizado las respectivas ofrendas en su honor.
Se le conoce como Doña Josefa o Doña
Simona cuando adquiere la forma de una anciana.
Los campesinos la relacionan por sus
acciones maléficas con la bruja roba niños.
El Arco habita en los cerros donde se
encuentran las piedras sagradas o en algunas fuentes de agua. Suele encarnar la
forma de niño, hombre o anciano, para encantar a las personas.
Se conoce también como Manuare y se
manifiesta como una aureola que en algunas ocasiones rodea a la luna. Se debe
evitar contemplar a la misma cuando presente este aro, porque puede bajar a la
tierra y perseguir a la gente.
El pacto con los arcos (mito indígena)
En aquellos días en que se adoraba a
Chia y Zuhe, mucho antes del gran pacto con los señores de la laguna, la
comunidad indígena, solía ver cómo los mejores frutos de la tierra, solían
estar vedados a ellos, pues todo aquello que crecía a orillas de la laguna, le pertenecía
a los arcos y aquél que osara a cruzar sus límites, podría pagarlo con su vida.
Fueron muchos los casos de niños que,
atraídos por la laguna, desaparecieron y nunca más se les volvió a ver.
Durante una terrible sequía, los
habitantes del pueblo de Jamuén1 decidieron hablar con el gran Mohán, pues no
consideraban justo que ellos y sus animales murieran de sed y hambre, cuando en
los alrededores de la laguna abundaban los frutos maduros, los mejores bejucos
para realizar las cestas y el urao para hacer el chimó. El Mohán, comprendió
las necesidades del pueblo y decidió consultar a las divinidades cuando la luna
estuviese llena, pero par tal acción debía primero realizar junto a la tribu
una celebración que honrara a los dioses y demostrar que eran dignos de su
benevolencia.
Al ritual asistieron todos los
miembros de la comunidad con sus mejores atuendos. En éste se celebraron bailes
ceremoniales y se lanzaron súplicas al cielo, donde Chia, la pálida luna,
dominaba la noche. Después de un par de horas el Mohán, a una señal, detuvo
todas las danzas y se encaminó a un cerro sagrado donde recibiría la decisión
de los dioses. El pueblo de Jamuén, pacientemente, esperó su regreso y antes de
que el sol se asomara por el horizonte, la figura del Mohán apareció de entre
los matorrales portando el decreto final de las divinidades. La voz de este se
alzó con fuerza y comunicó al pueblo las buenas nuevas. Los dioses habían
intercedido ante los señores de la laguna para que el pueblo se beneficiara de
los productos que ofrecía la misma, pero a cambio debían ofrendar un niño
recién nacido cada cierto tiempo, mientras el pueblo de Jamuén existiese.
Ante tal noticia todos los habitantes
entraron en júbilo, pues para los pueblos indígenas los beneficios de la
colectividad imperan sobre los intereses personales.
En unas lunas, decidiré a qué niño
del pueblo corresponderá tal honor – dijo el Mohán-, por ahora todos deberán
prepararse para la primera gran ofrenda a los arcos.
El gran día llegó y en la comunidad
reinaba una tensa calma. Sobre las aguas de la laguna se dibujaban unas
extrañas líneas, como si se tratara de un camino que se marcaba para la
realización del sacrificio. Las ofrendas se debían realizar sobre una gran
piedra a orillas de la laguna, pero en esta ocasión por ser la primera vez, el
acto se llevaría a cabo en las profundidades de la laguna.
Todo el día surgieron de la laguna
unos sonidos escalofriantes, muy parecidos a los bramidos de un cerdo, pero que
retumbaban por todos los alrededores.
Al final de la tarde, todo el pueblo
se encaminó hacia la laguna, la procesión estaba encabezada por el gran Mohán,
el Cacique de la tribu y la orgullosa madre del niño que sería entregado a los
arcos, detrás de ellos, un grupo de guerreros portaban importantes regalos en
señal de paz y amistad.
Una vez frente a la laguna todo el
cortejo pudo observar cómo el sol, que estaba por ocultarse, volvió a salir y
brilló con una fuerza inusitada. La luna por su parte también apareció y fue
testigo del gran acto que estaba a punto de ocurrir.
Luego de tres fuertes bramidos las
aguas de la laguna comenzaron a abrirse para la sorpresa de todos. A lo lejos
en el centro de la laguna se comenzó a divisar una especie de edificación del
cual emergieron un grupo de figuras humanas. Una pareja de lento caminar se fue
acercando a la orilla de la laguna, y con una señal, indicó a los integrantes
de la procesión que se acercaran. El gran Mohán fue el primero en encaminarse
al fondo de la laguna, seguido muy de cerca por el resto del cortejo que
asombrados veían cómo las aguas de la laguna se alzaban como paredes enormes. A
su vez, pudieron distinguir algunos rostros conocidos que muchos años atrás
habían sido llevados por la laguna.
El Mohán se acercó a la pareja de
ancianos y habló en una lengua extraña para el resto de las personas; luego
procedió a mostrar el niño que les sería ofrendado. La anciana extendió sus
brazos y la mujer entregó con gran alegría su hijo. A diferencia de los adultos
que la laguna rapta, los niños que son ofrecidos regresan al mundo de la
superficie convertidos en grandes mohanes, conocedores de los mayores secretos
de la naturaleza revelados por los arcos.
Una vez culminada la ceremonia y
cerrado el pacto, los amos de la alguna pidieron a los visitantes que regresaran
a la superficie, por el mismo camino y que no voltearan, pues esa era la única
condición para que llegaran salvos a la orilla. Al finalizar el recorrido, los
indígenas voltearon y las aguas de la laguna habían vuelto a su lugar.
El pueblo de Jamuén volvió alegre a
sus chozas porque estaba seguro que gracias al sacrificio de uno de los suyos,
la tribu no pasaría más penurias.
Con el pasar de los años las ofrendas
fueron llevadas a la laguna en la fecha indicada.
Con la llegada de los españoles los
sacerdotes cristianos, al no poder persuadir a los indígenas para que dejaran
de rendir culto a sus dioses, acordaron con los mismos el cambiar el sacrificio
humano por el de aves de corral.
Hoy en día el pacto ha sido roto por
los habitantes de la zona, por tal razón cada cierto tiempo la alguna reclama
la vida de hombres, mujeres y sobre todo niños.
1 Nombre indígena con el que se
conocía al pueblo ubicado en las inmediaciones de la laguna de Urao.
Preparación de hojas tabaco y urao
que se mantiene en la boca y se va escupiendo poco a poco. Se usa como producto
medicinal, tanto para animales como para hombres.
Brujas
Figura oscura perteneciente a la
cultura universal, relacionada con la hechicería y el mal. En la región de Los
Andes venezolanos, asume varios papeles como son:
– La ladrona de niños: Vieja mujer
que jamás ha podido tener hijos y que por envidia se transforma en bruja para
robar los niños de las mujeres más fértiles. Está relacionada con el Arca bajo
su forma humana, la cual ataca a las mujeres embarazadas que se acercan a las
lagunas. Golpea a sus víctimas en el vientre y así logra robar la criatura que
será sacrificada o llevada a su hogar en el fondo de la laguna para ser su
sirviente.
Se dice que dichas brujas también
asumen la forma de temibles marranos que gruñen en las orillas de ríos y
lagunas.
– La envidiosa: Son aquellas mujeres
de las que se sospecha están relacionadas con alguna desgracia de la comunidad,
como la muerte o enfermedad de alguna persona, la desaparición de un niño, las
malas cosechas, los problemas económicos de alguna familia, el nacimiento de
niños con problemas de salud o anormalidades, y los incendios.
Para protegerse de ellas se puede
emplear alguna contra que se lleva en el cuerpo o se coloca en la casa.
– La yerbatera: Ser que conecta al
hombre con las divinidades a través de los enfermos o muertos, también es
conocida como rezandera, sobadora o ramera. Puede curar o provocar ciertas
enfermedades.
– La mística: Conocedora de terribles
hechizos con los que puede provocar algunas enfermedades. Es un ser nocturno
que ataca a los hombres cuando duermen, chupando su sangre y dejando fuertes
marcas en la piel tales como rasguños y mordiscos. Este tipo de bruja ha estado
ligado a la historia de la humanidad desde sus inicios como lo podemos ver en
el siguiente fragmento extraído de un mito hebreo, donde se le relaciona con
Lilit, la primera mujer de Adán, que abandonó a su pareja por no poderlo
someter, y fue castigada por Dios al rehusar regresar al lado de su compañero.
…“Sale de entre los espesos juncos
con el pelo al viento, los pechos desnudos y las manos llenas de sangre y
carne. Abre las ventanas y se introduce, como serpiente, a través de ella…”
(Schaup, 1998, 213)
En las noches, estos seres maléficos
habitan especialmente en un tipo de árbol conocido como el maitín (Ficus
dendrocida), también llamado “el árbol de las brujas”. En éste, las brujas
suelen realizar sus demoníacos bailes y también atacar a los transeúntes ebrios
o desprevenidos. El maitín es también habitado por murciélagos, animales con
los que frecuentemente son relacionadas.
Se cree que las brujas tienen a su
vez la capacidad de transformarse en gallinas negras y caminar sobre el techo
de las casas, las cuales visitarán al día siguiente bajo forma de ancianas
pidiendo sal, mientras que logran robar la felicidad de la familia.
La bruja de belén (leyenda urbana)
Hace no mucho tiempo, en el sector de
Belén en Mérida, un joven parrandero, al despertar de una de sus usuales noches
de farra, descubre ciertas marcas alrededor de su cuello, que llaman su
atención, no tanto por la agresividad de las mismas, sino por el hecho de no
recordar haber estado con ninguna mujer los últimos días. Al no encontrar
explicación al asunto decide asumirlo como una broma que le han gastado sus
amigos en un descuido la noche anterior, con los que bebió hasta tarde en el
viejo maitín del parque.
Al pasar los días, las marcas en vez
de desaparecer, se fueron incrementando, al igual que el estado de pesadez en
todo su ser. Ya no le provocaba comer ni salir a trabajar, sólo esperaba que
oscureciera para encontrase con sus amigos en el maitín para seguir la
parranda.
Una mañana su madre decide llevarlo
al ambulatorio pues no le parecía normal el desgano y la extrema delgadez de su
hijo. El médico, al examinarlo, sólo encontró unos marcados rasguños que
atribuyó a una fogosa novia y a un fuerte nivel de anemia que sólo podía curar
si dejaba la bebedera, se alimentaba mejor y seguía el tratamiento.
Con el pasar de las semanas su estado
fue empeorando, y a las marcas de su piel, se fueron sumando unos extraños
morados en forma de mordiscos.
Un día su abuela se encontraba de
visita en la casa y al saludar a su nieto notó una de las extrañas marcas que
se asomaban por su cuello, al ver su peculiar forma y el estado de decaimiento
de éste, lo increpó, ¿sigue echando vaina por el parque de noche?, ese parque
es peligroso, por esos lados hay mucha brujas, es mejor que se deje de tanta
medicina y vaya a visitar conmigo a un yerbatero1 muy bueno que le curó el mal
de ojo al hijo de una vecina mía.
Al día siguiente la rezandera,
confirmó las sospechas de su abuela. Al muchacho lo estaba persiguiendo una
bruja y que lo iba a secar sino le ponía remedio al asunto, el cual consistía
en dejar de visitar el parque de noche; cargar una contra debajo de la camisa
metida en una bolsita roja, y dormir entre sus padres por tres meses o hasta
que desaparecieran las marcas.
El joven no tuvo otra opción y optó
por seguir al pie de la letra lo indicado por la señora; con el tiempo las
marcas fueron desapareciendo al igual que su mal aspecto. El muchacho decidió
nunca más pisar el parque ni pasar cerca de un maitín por el resto de su vida.
1 Hombre con ciertos atributos capas
de curar enfermedades, a través de hiervas, aplicando sobadas o la lectura de
orina o agua.
2 Enfermedad que da a los niños
cuando son mirados por ciertas personas que tienen sangre pesada o al ser
amamantados por la madre acalorada, luego de haber caminado.
Caribay
Conocida como “el genio de los bosques
aromáticos, la india Caribay es una divinidad de Los Andes merideños, que
desciende de Zuhé, el radiante sol y Chia, la pálida y bondadosa luna que
predecía las catástrofes ocasionadas por las inundaciones o por las sequías.
Un día la joven diosa terrenal, ante
la codiciosa tarea de querer adornar su vestimenta con las resplandecientes
plumas de unas enormes águilas blancas, las despertó bruscamente, y éstas
aletearon sus alas de tal manera, que provocaron que la cordillera de Los Andes
se cubriera de nieve. Desde ese día el viento remeda el canto triste y monótono
de Caribay.
Las cinco águilas blancas (mito indígena)
Cinco águilas blancas volaban un día
por el azul del firmamento; cinco águilas enormes, cuyos cuerpos
resplandecientes producían sombras errantes sobre los cerros y las montañas.
¿Venían del Norte? ¿Venían del Sur?
La tradición indígena sólo dice que las cinco águilas blancas vinieron del
cielo estrellado en una época muy remota.
Eran aquellos los días de Caribay, el
genio de los bosques aromáticos, primera mujer entre los Mirripuyes, habitante
del Ande empinado. Era hija del ardiente Zuhé y la pálida Chía; y remedaba el
canto de los pájaros, corría ligera sobre el césped como el agua cristalina y
jugaba como el viento con las flores y los árboles.
Caribay vio volar por el cielo las
enormes águilas blancas, cuyas plumas brillaban a la luz del sol como láminas
de plata, y quiso adornar su coraza con tan raro y espléndido plumaje. Corrió
sin descanso tras las sombras errantes que las aves dibujaban en el suelo;
salvó los profundos valles, subió a un monte y otro monte, hasta dominar las
alturas; llegó fatigada a la cumbre solitaria de las montañas andinas. Las
pampas, lejanas é inmensas, se divisaban por un lado; y por el otro, una escala
ciclópea, jaspeada de gris y esmeralda, la escalada que forman los montes, iba a
morir en lontananza bañada por la onda azul del Coquivacoa.
Las águilas blancas se levantaron
perpendicularmente sobre aquella altura hasta perderse en el espacio. No se
dibujaron más sus sombras sobre la tierra.
Entonces Caribay pasó de un risco a
otro por las escarpadas sierras, regando el suelo con sus lágrimas. Invocó á
Zuhé, el astro rey, y el viento se llevó sus voces. Las águila se habían
perdido de vista, y el sol se hundía ya en el ocaso.
Aterida de frío, volvió sus ojos al
Oriente, é invoco á Chía, la pálida luna y al punto detúvose el viento para
hacer silencio. Brillaron las estrellas, y un vago resplandor en forma de
semicírculo se dibujó en el horizonte.
Caribay rompió el augusto silencio de
los páramos con un grito de admiración. La luna había aparecido, y entorno a
ella volaban las cinco águilas blancas refulgentes y fantásticas.
Y en tanto que las águilas descendían
majestuosamente, el genio de los bosques aromáticos, la india mitológica de los
Andes, moduló dulcemente sobre la altura su selvático cantar.
Las misteriosas aves revolotearon por
encima de las crestas desnudas de la cordillera, y se sentaron al fin, cada una
sobre un risco, clavando sus garras en la viva roca; y se quedaron inmóviles,
silenciosas, con las cabezas vueltas hacia el Norte, extendidas las gigantescas
alas en actitud de remontarse nuevamente el firmamento azul.
Caribay quería adornar su coraza con
aquel plumaje raro y espléndido, y corrió hacia ellas para arrancarles las
codiciadas plumas, pero un frío glacial entumeció sus manos; las águilas
estaban petrificadas, convertidas en cinco masas enormes de hielo.
Caribay da un grito de espanto y huye
despavorida. Las águilas blancas eran un misterio, pero un misterio pavoroso.
La luna se oscurece de pronto, golpea
el huracán con siniestro ruido los desnudos peñascos, y las águilas blancas
despiertan. Erízanse furiosas, y a medida que sacuden sus monstruosas alas, el
suelo se cubre de copos de nieve y la montaña toda se engalana con el plumaje
blanco.
(Tulio Febres Cordero, 1985, s/p)
Cua o cuat
Divinidad femenina que representa la
fertilidad, la vida y la muerte en su continuo ciclo de renacimiento. Asume la
forma de gran serpiente y es conocida aún por los campesinos como “Madre del
Agua”. Está relacionada con la luna sagrada, con el arco-iris hembra, que mata
o enferma a aquellos que se atreven a mirarla. La gran serpiente suele atacar a
mujeres embarazadas o a niños, si no se le ha rendido la ofrenda que los
antiguos habitantes de la región pactaron con la divinidad para servirse de los
beneficios de la laguna de Urao. La diosa también suele raptar a aquellos
irrespetuosos transeúntes que lanzan piedras a la laguna o que intentan cortar
los juncos sagrados sin previo permiso de la deidad.
Los indios Jají consideraban a las
grandes serpientes como las protectoras de los cuerpos de agua, a las cuales se
debía honrar y proteger, pues su muerte provocaba no sólo la sequía del río o
laguna que preservaba, sino también de todos sus alrededores. Igualmente se
cree que las grandes serpientes poseen una marcada jerarquía, la cual es regida
por una extraña serpiente con cuernos de chivo o carnero en su cabeza. Se cree
que donde viva este temible ser, abundarán todas las especies de serpientes,
habitando una cueva ubicada bajo una singular piedra en forma de campana,
dentro de la cual se encontrará un curioso relieve con la forma de este reptil
carnudo.
La reina de las culebras (leyenda campesina)
Se cuenta que un joven chiguarero
decidió un día adentrase en la montaña para buscar un nuevo lugar para sembrar.
Después de un largo trecho recorrido, el campesino observó una explanada que le
pareció ideal para su nuevo proyecto, pero en el momento en que se disponía a
derivar el primer árbol, observó una figura que se retorcía cerca de su pie. Al
retroceder lentamente, pudo ver cómo de todos los rincones de la montaña
emergían serpientes que se acercaban al joven con actitud amenazadora. Al
sentirse rodeado, el campesino no tuvo más que hacer que dar grandes zancadas y
salir lo más rápido de esa extraña montaña. Una vez en el pueblo, buscó
reunirse con los más viejos y sabios habitantes del lugar para contar lo
sucedido. Uno de ellos, el más anciano, recordó que en sus años mozos llegó a
escuchar la historia de una rara serpiente con cuernos en la cabeza, conocida
como la “Reina de las serpientes”. Este espantoso bicho vivía con las demás
culebras, en una cueva debajo de una piedra con forma de campana. Y que si
quería matarla debía partirla a la mitad y quemar la figura de serpiente
cornuda que se encontrara en su interior.
Armado de valor, el campesino decidió
a los pocos días adentrarse nuevamente en la misteriosa montaña. Al tener pocas
horas de camino y a una prudente distancia del sitio donde había sido amenazado
por las serpientes, decidió echar manos a la obra, cuando observó que todo a su
alrededor se movía. Antes de que fuera demasiado tarde, el campesino echó a
correr nuevamente, hasta que se sintió a salvo, luego descansó unos minutos y
decidió arma un refugio para pasar la noche. Después de preparar una comida
sencilla, decidió descansar pues la faena del próximo día sería agotadora. Por
más que trataba de conciliar el sueño, su cabeza se veía agobiada de terribles
pesadillas relacionadas con serpientes atacándolo. Una y otra vez despertó
angustiado en la oscuridad, mirando todo a su alrededor por si estaba cercado
por los maléficos reptiles. El último sueño antes de amanecer fue el más
espantoso, ya que en éste vio cómo la gran serpiente con cuernos, rodeada por
sus súbditas, se presentaba ante él, y sin emitir sonido alguno, le hizo saber
cómo ella y sus hermanas llegaron a esa montaña, arrastradas por un poderoso
viento que las lanzó al aire con todo y piedra sagrada. La espantosa serpiente
también le comunicó que esa montaña ahora les pertenecía y que no iban a
dejársela arrebatar por ningún humano.
Con los primeros rayos del sol el
joven chiguarero decidió acabar de raíz con todas las serpientes de la zona
destruyendo la piedra en forma de campana. Se armó nuevamente de valor y echó a
caminar hacia donde sospechaba se encontraba el hogar de las serpientes. Al
acercarse cada vez más a la piedra de las serpientes, éstas aumentaban en
número, hasta que distinguió al final de un matorral la dichosa piedra. Sin más
que esperar, el campesino pegó una veloz carrera y de un sólo tirón, logró
levantar del suelo la roca, la cual resultó ser bastante ligera. Con ella en
los brazos, cogió rumbo al río donde golpeándola con una barra de acero que
portaba en la cintura, logró abrirla a la mitad. Al fracturase la piedra se
escuchó un ruido ensordecedor, como si miles de serpientes silbaran a la vez.
Sin perder tiempo alguno, tomó un par de ramas y algunas hojas con las que
logró encender una fugaz fogata a la que lanzó los dos trozos de piedra. Cuando
el fuego tocó la imagen en relieve que se encontraba en el interior de la roca,
se volvió a escuchar nuevamente un terrible sonido que parecía emitido por mil
serpientes y luego el silencio se apoderó de la montaña. El campesino miró a su
alrededor y se percató que no quedaba ni una serpiente, todas habían
desaparecido al igual que la piedra en forma de campana.
1 Gentilicio da la gente oriunda de
Chiguará, Estado Mérida.
Huescas
Son aves nocturnas de mal agüero, se
cree que son portadoras de malos presagios como las muertes brutales, ya sea
por accidente, por suicidio o asesinato, de alguien del sector donde se les ha
visto o escuchado cantar. Son de color blanquecino, pequeñas, y andan en
pareja. Lo más peculiar en estas aves es que emiten un escalofriante sonido,
muy similar al silbido de las serpientes.
Las aves de la muerte (leyenda campesina)
Un joven campesino del pueblo de
Chiguará, cuenta que cerca de la media noche de un domingo, cuando se
encontraba descansando con su mujer, su sueño fue interrumpido por un extraño
sonido que parecía provenir del cielo, una especie de aleteo, algo bastante
raro para esa hora. Él y su mujer, extrañados, corrieron a la ventana para ver
qué ocurría y, en la penumbra de la noche, pudieron distinguir dos figuras
aladas que surcaban el cielo en enormes círculos, para luego posarse sobre las
ramas de un árbol en la propiedad su vecino.
¡Son Las Huescas! – dijo el
campesino, al ver con detenimiento las dos aves de color blanquecino que
emitían un sonido escalofriante, similar al que hacen las serpiente cuando se
disponen a atacar –. Seguritico que va ocurrir una desgracia, esos pájaros los
manda el demonio -comentó su esposa-. Es bien conocido por los habitantes de la
zona que cuando esas aves se ven o se escuchan, pronto ocurre una muerte
trágica, un asesinato o un suicidio. La pareja, temerosa de estas aves de mal
agüero, decidió cerrar la ventana y pedir al cielo y a todos los santos por el
bienestar de su familia y el de sus vecinos. No transcurrió ni una semana
cuando se enteraron de una lamentable noticia. El hijo mayor de su vecino fue
encontrado ahorcado en un árbol. El oscuro vaticino de Las Huescas se había
vuelto a cumplir.
Un caso similar había ocurrido unos
años antes, cuando un amigo bastante cercano a la pareja, después de ser
visitado por las fatídicas aves, fue víctima de una certera puñalada que le
atravesó el corazón.
Mohán
Médico hechicero que ocupaba una
importante posición en la tribu, pues era el único capaz de establecer contacto
entre los dioses y el hombre. Desde su infancia, recibía una educación especial
por parte de otros Mohánes o de los mismos arcos, que en muchas ocasiones
iniciaban, en todas las artes de la curación, a los niños que eran entregados
como ofrenda a la laguna, para que al crecer, sirvieran a su aldea. El Mohán
estaba libre de toda faena como el labrar la tierra, el resto de la población
lo mantenía, pues sobre sus hombros recaía la misión de mantener viva la tradición
de su pueblo.
Como mensajero de las divinidades,
tenía la capacidad de transformarse en zamuro para poder ascender al cielo y
llevar las peticiones de su pueblo o buscar la cura de las enfermedades que
atacaban a hombres y animales.
En la escala jerárquica, el dominio
de las artes mágicas por parte del Mohán es total, mientras que los yerbateros,
sobaderos y brujos, sólo poseen un conocimiento parcial e inferior.
Antiguas creencias relacionaban al
Mohán con el Ches, dios supremo de los indígenas, por su capacidad para pasar
del mundo real al espiritual.
El vuelo de la laguna
Hace muchos años, cuando la luz no
había llegado a los pueblos de Los Andes y las ánimas y espantos deambulaban
por estas tierras, un poderoso Mohán se acercó a la población de Lagunillas y
advirtió a sus habitantes que, ante la falta de sacrificios, los moradores de
la laguna se encontraban muy molestos con los residentes del pueblo. Y que se
irían con todo y laguna llevándose a medio pueblo por delante, para luego
llegar a la cuenca del Chama y descender río abajo. Luego les advirtió que no
era la primera vez que la laguna se movía por no estar a gusto y les recordó el
mito de origen de la laguna.
En los primeros tiempos, la laguna se
encontraba en los páramos andinos pero, por no sentirse cómoda, decidió bajar
volando y ubicarse en lo que hoy se conoce como el cerro de San Miguel. Ahí
permaneció un tiempo, pero tampoco le gustó el sitio y decidió seguir
descendiendo, no sin antes dejar un pedacito de ella en la Capellanía. Los indígenas
de la zona, que hoy se conoce como Lagunillas, contaban que la noche anterior a
la aparición de la laguna se desató una gran tormenta y al salir el sol, la
laguna ya se había ubicado en ese lugar que hasta hoy ocupa y que originalmente
se conoció como Yohama.
Pinineos
Son seres que habitan las
profundidades de la tierra, también conocida por los campesinos como “Mundo de
abajo”, al cual se accede por una entrada ubicada al occidente de la región
andina, llamada “Tierra Llana”.
Los Pinineos son considerados los
“encantos” de los indios. Son seres barbudos, parecidos a los hombres pero
mucho más pequeños. Se alimentan de los vapores que emergen de la tierra y son
de carácter agresivo.
Su mito está relacionado con los
indígenas que prefirieron el suicidio colectivo antes que rendirse ante el
invasor español y su Dios. Sus cuerpos fueron enterrados en grandes fosas por
otros indígenas.
El mundo de abajo (mito campesino)
…Es un hueco entre la tierra, uno se
asoma pa’bajote, no se ve pero se escucha la gente, los perros, los gallos,
allá hay buena cacería,…allá vive la nación de los Pinineos, la primera nación
que ha había en el mundo. Cuando los Pinineos escucharon del olio de la
cristiandad, se rejundieron en la tierra, un pueblo entero que se rejundió pa’no
acatar la cristiandá… El Katé1 asiste en el mundo de abajo junto con el Pinineo
y aparece en los páramos…
Esos asisten en el mundo de abajo,
por eso es que la luna cuando estrastumba aquí, alumbra pa´bajo así es que el
sol, cuando se va escondiendo de acá va llegando la claridad al otro lado.
(Clarac, 1996, p. 376)
1 Es un tipo de arco que vive en las
profundidades. Este ser de gran tamaño, es de forma humana, pero sólo posee un
brazo, un sólo gran ojo de luz con el que puede verlo todo y una sola pierna
con la que logra saltar de páramo a páramo. Sus acciones son funestas. El Katé
pertenece a una de las primeras naciones del mundo.
Zángano
Es considerado como un ser maligno
con poderes mágicos, que lo convierten en una figura semi-mítica o semi-humana.
Es la contraparte masculina de la bruja. Habita en los pozos de agua y ataca a
las mujeres bajo la forma de diversos animales. Se cree que pertenece a la
familia de los Arcos o es un poderoso brujo capaz de visitar el infierno cuando
lo desea. Puede asumir la forma de perro, gato o cochino. Cuando persigue a una
mujer y ésta lo rechaza, le suele colocar bosta de burro en su comida o matarla
a golpes. Existen dos tipos de zánganos que se diferencian por sus actos y
poder, éstos pueden ser, terrenales o diabólicos.
– El terrenal: Es conocedor de las
artes mágicas, vive en las comunidades y puede llegar a volar, hacerse
invisible o tomar cualquier forma.
– El diabólico: Es un espíritu
maligno que ataca a sus víctimas bajo la forma de hombre oscuro o rojo al que nunca
se le ve la cara. También posee la capacidad de transformarse en perro, gato,
mono, murciélago o cochino de color negro, que expulsa fuego por los ojos y el
ano.
Ataca sexualmente a las mujeres de
las que se enamora, además las suele golpear pellizcar y morder.
Durante el día les juega bromas
molestas como orinarlas, arrojarles tierra y excremento de animales. Las
acciones del zángano pueden extenderse a otros miembros de la familia, siendo
los niños las víctimas más comunes.
Las mujeres atacadas por los zánganos
diabólicos suelen presentar síntomas como: alucinaciones, pesadillas, vómito,
fiebre, y algunas quemaduras en la piel o marcas, a través de las cuales, el
espíritu chupa a su víctima hasta matarla.
El sueño del duende (leyenda campesina)
Una vez, eso no lo vide yo, pero es
verdad, el Arco1 encantó un par de casados; fueron a buscar leña y entonces
llegaron a una sabanita, que había al pie de una laguna. Estaba un solecito muy
bonito y dijeron que iban a reposar ahí un poco. Entonces que le dio sueño a la
mujer, y el esposo que le dijo: “Mientras que yo voy a buscar leña, usted
reposa aquí un poco, en la sabanito”. Y entonces el Arco pues la embobó; el
sueño fue el Arco. Cuando quesque llegó el hombre, estaba la mujer pero muy
dormida. La había dormido mucho el Arco. Y quesque llegó y la llamó y la llamó
y nada; nada que se despertaba… tenía un sueño muy profundo. Y hasta que por
último, siempre se despertó y que le dijo al esposo: “Tenía un sueño muy
bonito, un sueño como un sueño natural”. Pero no era natural tampoco, sino era
el sueño del Arco y la señora quesque tuvo un niño del Arco… del duende.
Salió en estado del duende, porque el
marido no le había hecho daño. Fue el duende que… Y salió un niño muy bonito.
Pero con el tiempo dicen que le fueron saliendo unas rosetones en el cuerpo, y
que no se le quitaban con nada; igual todo el tiempo, y entre más tiempo, pues
más grandes las rosetones; igual al duende.
Entonces el Padre quesque tuvo que ir
a confurarle al niño y a confurar la laguna, donde estaba el duende. Total que
la mujer que no podía tener más familia del marido, después sí, cuando ya el
Padre confuró la laguna, ya pudo ella.
Y quesque no duró mucho tiempo
tampoco el niño, dicen que se le fueron cayendo los pedazos de piel… El Arco es
muy venenoso.
(Brandi, 1982, p. 210).
1 Para la mayoría de los campesinos
los zánganos, los duendes y los arcos son una misma entidad maléfica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario